Hoy cumpliría 104 años. Y aunque hace casi 30 años que se fue, sigo recordándolo a diario.
Hace unos días, una de mis hijas, para un proyecto de clase, me hizo una entrevista para conocer algún familiar no coetáneo con ella que hubiera sido muy importante en mi vida. Sin duda, ése fue mi abuelo Félix.
Tengo muchos recuerdo de él, pero quizás los más bonitos, sus risas jugando a la ronda, a la brisca o al tute.
Él me enseñó a jugar a todos esos juegos, como también lo hizo al ajedrez.
Siempre tenía una anécdota graciosa, siempre un apoyo para esa difícil edad.
Y como me pasó con mi prima, se me fue sin haberlo disfrutado en sus últimos días.
Me cogió en una mala época. Se marchó en agosto de vacaciones a casa de uno de sus hermanos y yo a Asturias.
Cuando volvimos, él lo hizo regular y yo, a punto de comenzar la universidad y con muchas ganas de salir y entrar.
Pasó el mes de septiembre y no fui a verlo cuando casi iba a diario. Estaba molesto conmigo y fui a verlo unos días antes y se lo noté.
Y cuando me di cuenta, se nos había ido.
Al menos, me vio unos días en la universidad, aunque si hubiera conocido todo lo que vino después, estaría muy orgulloso de mí y siempre que hago algo bueno, se lo dedico a él.
Te quiero abuelo, estés donde estés.
