Friday, June 20, 2008

¿Molesto?

Si alguna vez, o mejor, si a menudo te haces esa pregunta, perteneces al grupo de personas que se preocupan por no molestar a sus vecinos, compañeros, personas con las que en un momento determinado comparten algo, ya sea una casa, un barrio, una carretera. Existe otro grupo de personas que o bien nunca se hacen esa pregunta o la respuesta es siempre que no.
Así estamos. Existen por tanto dos grupos de personas si realizamos este tipo de clasificación. Yo pertenezco al primer grupo. Y pertenezco a este grupo porque siempre, en cualquier situación de mi vida, intento molestar lo menos posible al resto de personas que me rodean. No es fácil, porque en algunas ocasiones, por no molestar a alguien puedes salir tú perjudicado, pero la mayoría de las veces basta con tener un poco de cuidado.
Se trata de, por ejemplo, en tu casa, no poner fuerte la música, no andar con tacones de un lado para otro, no hacer ruidos en horas de descanso, etc., en la carretera ser prudente, ceder el paso cuando con ello se haga más fluída la circulación aunque tengamos preferencia, conducir por el carril derecho, etc. y por ejemplo, en el trabajo, intentar guardar silencio y no desconcentrar al resto.
Pues cosas tan sencillas como estas parece que la mayoría de la gente les cuesta mucho hacerlas. Y dentro de este tipo de personas, las hay que no se dan cuenta y las hay que lo hacen a mala idea. Para muestra un botón. El otro día estuve en el concierto de Miguel Bosé en el Estadio Olímpico. Llegué temprano para coger un buen sitio. Había dos posibilidades. O delante del escenario de pie o en las gradas. Escogí las gradas, ya un poco esquinada, pero a media altura y se veía perfectamente. Al lado de donde me encontraba había una escalera que servía para bajar a donde la gente veía el concierto de pie. Desde la escalera se veía perfecto, de pie, pero perfecto, pero claro, si te parabas en la escalera tapabas la visión a mucha gente, gente que había llegado antes y que había decidido ver el concierto sentado en la grada. Pues bien, la pareja que tenía al lado y que era la más perjudicada por ello, tuvo que levantarse más de 30 veces para pedir a los ocupas temporales de la escalera que se marcharan. Pues de estos, hubo quien pedía perdón, hubo quien se molestaba por tener que irse de un lugar tan perfecto y hubo dos que me llamaron la atención. Uno que se echó un poco hacia un lado y como ya no le dijeron nada más (no porque no molestara sino porque se fastidió el pobre al que le tocó) se quedó allí y le importó tres pimientos que estuviera molestando. Y otro, que se fue, pero chuleando, otro pefil muy típico en Sevilla.
Pero lo peor es que todos estos que tanto molestan, luego en cuanto algo no es como ellos creen que debe ser ya están reclamando o quejándose. Es tan fácil ver la paja en el ojo ajeno.
Con lo fácil que es llevarse bien si entendemos que nuestros derechos acaban justo cuando empiezan los del otro. Algún día lo conseguiremos.